Santiago Carrillo acaba de ser nombrado por unanimidad
"hijo predilecto" de Gijón, con los votos del PP incluidos (
sólo dos concejales se ausentaron, me imagino que por decencia). Mucho se ha escrito sobre el papel del líder del PCE, pero me remito sólo a los más recientes, que dejan claro, y con pruebas documentales, cómo Santiago Carrillo, a la sazón delegado de Seguridad en Madrid, aceptó junto a Amor Nuño, de la CNT, que no cayeran en manos del Ejército fascista que estaba a las puertas de Madrid los casi cinco mil presos falangistas, militares, nobles, burgueses, etc que habían sido evacuados de la Modelo por la cercanía de los combates en la Ciudad Universitaria.
Jorge Martínez Reverte, en su libro "La Batalla de Madrid", lo demuestra con un documento de los archivos anarquistas. Otros papeles desclasificados de la ex KGB lo corroboran apenas unos años después. Y
Carrillo miente cuando, ante algún historiador, afirma que desconocía el destino de los presos que fueron "sacados" y asesinados en Paracuellos o Torrejón de Ardoz. Igual que
miente cuando asegura, afligido, que nada podía hacer para evitarlo.
Otro anarquista, un hombre bueno en el sentido machadiano de la palabra, Melchor Rodríguez, "el ángel rojo", lo demostró parando de manera inmediata los fusilamientos con la única ayuda de su voluntad, una pistola descargada y un coche con el recorría junto a sus tres ayudantes todas las prisiones del Madrid en guerra para detener los paseos.
Santiago Carrillo,
en la madrugada del 6 al 7 de noviembre, cuando el Gobierno de la República se traslada precipitadamente a Valencia y se forma en Madrid la Junta de Defensa; con Miaja intentando evitar en Ciudad Universitaria la caída de la capital; con Queipo de Llano hablando de la Quinta Columna que iba a tomar las calles de Madrid desde dentro,
Carrillo acude a una reunión en representación del PCE al que acaba de alistarse tras abandonar el PSOE. Allí acuerdan, junto a la CNT, evitar "por el método que sea" que los presos caigan en poder de los asaltantes y se pasen a sus filas. El documento que aporta Javier Reverte en su libro es inequívoco: Un acta de la reunión del Comité Nacional (CN) de la CNT celebrada a las 10h 30m del 8 de nov. de 1936. En ella se refleja un acuerdo tomado el 7 de nov/36 entre la CNT de Madrid y las JSU-PSOE para vaciar las prisiones madrileñas, ante el peligro real que suponían para la república los presos adeptos a la rebelión en caso de que las tropas franquistas ocuparan la capital, tal y como pregonaban los generales fascistas Mola y Varela, entonces a sus puertas, al mando de las tropas legionarias y rifeñas.
Según el acta a los presos se les dividía en tres categorías:
1º.- los fascistas y elementos peligrosos (aquellos de significada y declarada militancia fascista, muchos de ellos detenidos con las armas en la mano), que debían ser inmediatamente ejecutados.
2º.- Detenidos sin peligrosidad, recomendando su inmediato traslado a Chinchilla garantizando su seguridad.
3º.- Detenidos sin responsabilidades que debían ser inmediatamente puestos en libertad con toda clase de garantías.
Esa misma noche y las siguientes comienzas las sacas. Presos, atados ocn un cordel por las muñecas, de dos en dos, suben a autobuses desde distintas prisiones de la capital. Varios cientos son fusilados en Torrejón de Ardoz y el diplomático noruego Félix Schlayer llegará hasta la fosa una par de días después (también está en los libros). Otros cientos más, son ejecutados en Paracuellos. Carrillo alegará siempre que no conocía esa orden (miente y Martínez Reverte lo prueba).
También alegará que aunque lo hubiera sabido, no habría podido hacer nada para evitarlo.
Otra falsedad.
El anarquista sevillano Melchor Rodríguez, un preso por defender sus ideas en la República y en la dictadura de Primo de Rivera, detendrá las matanzas a principios de diciembre en cuanto consigue que el Gobierno le nombre Delegado de Prisiones. Se enfrenta a Carrillo y al PCE, que lo intenta asesinar varias veces, pero detiene los fusilamientos con la única ayuda de una pistola descargada que siempre llevaba. Su lema:
"Se puede morir por tus ideas, nunca matar por ellas" (ver la fantástica biografía de Alfonso Domingo "El Ángel Rojo", de Ed. Almuzara). Murió el 14 de febrero de 1972, tras purgar varios años de cárcel con Franco. Muñoz Grandes y otros militares y falangistas intercedieron por él en el consejo de Guerra. Luego siguió ayudando a los anarquistas.
Hoy, no hay ni una calle con su nombre en Madrid. Ni siquiera una placa en la casa del número 5 de la calle Libertad donde vivió después de la guerra y donde murió. Hoy, Carrillo es hijo predilecto de Gijón. Así se escribe la historia en este país.
Publicado en el ABC - Blog por Alberto Pérez.